Sólo le falta el título a este cuento sobre un acordeonero apasionado

Cuento en construcción

Invéntale un título a esta historia que ha sido escrita hasta el momento entre Sandro Vergara, Sebastián Andrade y la edición del Comité editorial de Cuento Colectivo. Es lo único que hace falta para terminarla.

Foto tomada por David Escobar Valdez

Mientras Miguel acaricia las teclas del acordeón junto a Lidia, su hermana pequeña, un gentil viento refresca su frente sudada. Es un viento de esperanza que le recuerda la esencia misma de la tierra donde nació. Recuerda la poesía y las melodías de sus vallenatos preferidos y se sumerge en otra dimensión… lo único que importa es el acordeón, el sentimiento.

Lidia sabe, por supuesto, del amor de su hermano por la música, es especial por el vallenato. Sin embargo, también le encanta ser el centro de atención, y apenas ve a Miguel en su trance, sabe que es difícil sacarlo de ahí.

-Miguel, llévame a comer helado
Miguel sigue tocando el acordeón, sin escuchar nada.
-¡Migueeel!

Después de un minuto en otra dimensión, termina los acordes y logra salir del embrujo. “¿Qué dices Lidia?”. “Que me lleves a comer un helado”, contesta la hermana. “Déjame mirar”, Miguel revisa sus bolsillos y saca varias monedas. “Sí, sí me alcanza, vamos a comprarte tu helado” y ambos se van agarrados de la mano a la heladería. Así es Miguel, con una facilidad inmensa, como si hubiera nacido para nada más que eso, se mueve con agilidad e intuición entre dos universos paralelos. No sabe aún que ese talento será su gloria, pero también su caída.

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