Cuento en construcción
Invéntale un final a este cuento que ha sido escrito hasta el momento entre Sebastián Bravo, Lidia Beatriz, Sandro Jimeno y la edición del Comité editorial de Cuento Colectivo. Una vez sepamos el final de la historia le inventaremos títulos.
Miguel Ángel caminaba por la oscura calle con todos los sentidos en alerta. Su sesión de estudio en casa de Marla había concluido y, una vez más, había preferido arriesgar su suerte al caminar a altas horas de la noche por la oscura y angosta calle camino a su apartamento, que pagarle a un taxista.
Después de todo, la cosa no estaba para tirar el dinero. Además así hacia un poco de ejercicio. Desde hacía un par de meses empezaba a preocuparse por su aspecto físico, sobre todo cuando pensaba en Marla. Una corriente de aire frío hizo que se encogiera dentro de su chaqueta de pana canela. La calle estaba prácticamente desierta y sus pasos eran los únicos en resonar sobre el asfalto.
Miguel Ángel aceleró el paso, la noche se hacía más fría a cada momento. Dobló una esquina y un ruido de chatarra hizo que se sobresaltara. Se giró de manera brusca y observó a un gato pardo escapar de un contenedor. Sonrió de medio lado, aliviado y apenado por llevarse aquel pequeño susto.
Caminó por unos minutos más y cuando sólo faltaba una cuadra para llegar a su edificio, vio a un indigente del otro lado de la calle. “No vengas hacia acá, no vengas hacia acá” pensó Miguel Ángel. A penas el indigente lo vio, cruzó la calle y empezó a caminar en su dirección. Por alguna extraña razón, Miguel Ángel no empezó a correr. Una especie de vergüenza de que el indigente se sintiera humillado si él salía corriendo…
2 respuestas
….una especie de verguenza de que el indigente se sintiera humillado si él salía corriendo se apoderó de su voluntad , haciendolo caminar a paso lento fingiendo la mayor de las calmas mientras que todas las partes de su cuerpo y su corazon le decian que corriera , su cerebro como un buen habil jinete o uno muy tonto refrenaba el deseo; cuando en eso el indigente intenta decir algo pero se detiene y comienza a toser como si se estuviese ahogando en su propia saliva infectada de suciedad …Miguel Angel se percata de la situación y miró su oportunidad de correr y salio de huida hasta llegar a su edificio, abre la puerta con su llave , sube a su departamento sintiendose el hombre más vivo de la faz de la tierra . Al estar a salvo comienza a reir de nervios cuando de repente el sonido de una ambulancia lo hace atragantar y se asoma por la ventana a ver que pasaba; Miguel Angel logra ver al indigente en el suelo rodeado de personas y se da cuenta que aquel hombre miserable habia muerto de un ataque cardiaco . Miguel Angel bajó hasta la calle a curiosear lo que decian las personas y una niña se encontraba llorando sobre el indigente y gritaba diciendo : ” papá! porque no me hiciste caso cuando te dije que no salieras esta noche en busca de comida! porque papá! porque!!!….Miguel Angel cobardemente se da la vuelta y se adentra nuevamente a su edificio y esta vez ya no a reir sino que a dormir.
se quedó parado, con parsimonia esperó que el mendigo se acercara. Un tufo maloliente salió de su boca, dejando entrever los dientes podridos, por el cigarro barato y el licor. Miguel Ángel, no tuvo miedo, pues su alma había padecido muchos pesares y estaba acostumbrado a enfrentar causas perdidas.
-Joven!!!, le dijo el indigente, con voz gutural y entonada por la bebida, -tengo algo que decirte, y muy importante!!!!
– Si? indagó el muchacho, – Seguro que si, dime pues.
-Tienes que tener cuidado con ese par de alas que llevas muy orondo!!!, no vaya a ser que las pierdas por estúpido!!!
-Si? jajajaja- rió sorprendido el joven- Bueno señor!!! lo voy a tener en cuenta!!
Dicho esto, el borracho siguió su camino, cantando vaya a saber que canción de antaño. Miguel Angel lo miró perderse en la oscuridad y retomó su destino.
Mientras caminaba llegando a su casa, pensaba:- Pucha…voy a tener que tomar precauciones, cada vez hay mas gente que me ve en realidad. Y sonrió para sus adentros, satisfecho.
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