Te invitamos a continuar o terminar esta historia que apenas comienza y que ha sido escrita hasta el momento entre Malgudi, Héctor Cote y la edición del Comité editorial de Cuento Colectivo. Una vez sepamos el final de la historia le inventaremos títulos, el que hay en el momento es provisional. Puedes hacer tu aporte en la zona de comentarios de esta entrada.
Penélope disfrutaba del viento, sumergida en la flora. Miraba al cielo fijamente, que esa noche estaba bastante estrellado, y hacía figuras con las estrellas. En algún momento de la noche, una estrella fugaz surcó el cielo y se dirigió hacia el mar, el cual bramó por un instante, salpicando gotas y espuma. Penélope se aproximó hacia los acantilados, dispuesta a descubrir qué había sucedido.
Podía aun ver el resplandor de la estrella que descendía lentamente hacia las profundidades del mar, la brisa salada y el sonido de las olas chocando contra las rocas parecían haber cesado por un instante. Una calma muda invadía aquel paraje y sólo el eco de su corazón que latía intrigado parecía tener vida. Llenándose de valor, se lanzó al mar en busca del rastro de la estrella. Estaba inquieta por saber que tan hondo podría haber llegado, pero ya era demasiado tarde, el resplandor había desaparecido y no existía rastro alguno para seguir su curso. Ahora ella estaba sola, rodeada de un mar embravecido y en total oscuridad.
Sin embargo, de repente vio un resplandor que provenía del fondo del mar. Al parecer, la estrella no se había extinguido del todo. Respiró hasta que no cupiera más oxígeno en sus pulmones y se sumergió. Descendió, con el resplandor como guía, por unos segundos largos. Entonces lo tuvo en frente, un pequeño sol, debajo del mar. ¿Qué pasaría si lo tocaba? Decidió extender su brazo y probar…