Te invitamos a continuar esta narración. El título que hay en el momento es provisional y se lo inventaremos una vez sepamos el final de la historia. Puedes hacer tu aporte en la zona de comentarios de esta entrada o escribiendo a comiteeditorial@cuentocolectivo.com.
Ignacio Amaranto Rosalba era, para muchos, el chef con mejor gusto de toda la ciudad. Era también, como muchos de sus compatriotas, amante del fútbol. De alguna forma u otra, Ignacio Amaranto sentía que sus platos no estaban quedando como antes. Esto, a la vez, coincidía con una mala racha de los jugadores de su país en sus respectivos clubes.
“Falta de continuidad”, mencionaban algunos medios, “carencia de disciplina e inmadurez”, decían otros sobre los jugadores de la selección nacional. Ignacio Amaranto era lo suficiente inteligente para no creer en generalidades y en estereotipos, pero la realidad, era que las piedras que recibían sus jugadores favoritos, también las recibía él, más que todo porque se identificaba mucho con sus penas.
A él en particular, no le había tocado fácil en la vida. Había logrado poner a funcionar su restaurante con su propio sudor y determinación, cuando él no tenía mucho por comer ni gastar. No obstante, tras lograr una cierta cantidad de reconocimiento, que a la vez vino acompañado de dinero, sus platos sencillamente no eran los mismos.
¿Será que él también sufría de la falta de constancia de sus héroes en la cancha? ¿Qué sería lo que lo estaba distrayendo? Decidió darse unas vacaciones en algún lugar desconocido en el cual preferiblemente no transmitieran fútbol. Necesitaba probar nuevos sabores, experimentar con cosas nuevas y tal vez su sazón volvería. Dejó a su Sous chef a cargo de la cocina y emprendió su aventura.
En el hotel ubicado en la Isla de las Orquídeas lo primero que hizo fue entrar al restaurante, ubicado en la primera planta. El menú tenía platos de todas partes del mundo: sushi, lasaña, hamburguesa, entre otros. No obstante, la parte que más le llamó la atención del menú era la de los platos locales. Al parecer, los mariscos al mejor estilo Taiwán serían su elección…
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Una respuesta
Con sus ganas de aprender la preparación de ese plato decidió quedarse en la isla ya que por ser un plato típico pensó que era común encontrarlo en todos los restaurantes del lugar. Pero luego de tanto recorrer y probar toda clase de manjares no encontró ese primer plato que lo había conquistado, fue así que decidió regresar al primer lugar que visito.
Amaranto quiso conocer al chef del lugar para felicitarlo por ese exquisito plato, fue así como lo conoció, su nombre era Habid, este se sintió alagado y lo invitó a dar un paseo por la cocina, mientras caminaban Amaranto le expresó el motivo por el cual se encontraba en la Isla, al escuchar esto Habid sonrió porque ya lo sabía, desde el primer momento que lo vió entrar y degustar cada plato con tanto placer se vio a si mismo unos años atrás cuando llego a la isla en busca de lo mismo, ese fue el motivo para dejarlo entrar a esa cocina que cuidaba con tanto recelo.
Luego de escuchar su historia, Habid le narró su experiencia y para su sorpresa lo invitó a ver un partido de futbol en el cual jugaba su equipo del alma, cuando Amaranto vio esto quiso huir del lugar, pero Habid lo detuvo, vieron el partido hasta el final, y para su tristeza perdió una vez más, molesto se alejó. Al día siguiente Habid lo encontró en el restaurante un poco malhumorado, pero Habid le hizo entender que no podía escapar de la realidad, pues las desmotivaciones van hacer frecuentes, nos despiertan sensaciones, emociones y sentimientos. Pues Habid le dijo que una vez huyo de su lugar de origen y es verdad que le fue bien pero se arrepiente porque dejó a sus seres queridos, queriendo evadir la realidad. Amaranto le manifiesta que él no estaba huyendo, que solo quería olvidarse por un tiempo del futbol y concentrarse en su cocina y experimentar platos nuevos, y si eso era cierto, pero Habid le dijo que si él se había desmotivado por algo sin importancia como u equipo de futbol, cuando se presentara un verdadero problema no iba saber afrontarlo y podía terminar por destruir todo lo que había construido, como una vez lo hizo él, quien dejo a su familia por querer alejarse y “experimentar” pues cuando quiso regresar nadie lo esperaba.